(Pilar Romero Culma)
La Palomera es uno de tantos
lugares en el país que vivió el conflicto armado, es una vereda del municipio
de Vistahermosa en el departamento del Meta, estigmatizada por su ubicación
geográfica y que no cuenta con fácil acceso a pesar de tener como opción de
ingreso cuatro rutas incluyendo la del río Güéjar, pero sólo hasta ciertos
puntos porque en algunas partes se
comienza a complicar el camino y no entra vehículo, los puentes que con trabajo
hizo la comunidad hace tanto no se encuentran en buen estado como para que un
carro llegue, por lo que la caminata resulta una completa travesía la primera
vez.
Simón, nuestro guía y amigo, nos
acompañó todo el trayecto desde el Botalón, un punto de encuentro obligado para
mucha gente de otras veredas. Él, es un campesino conocido por su forma de
hablar y actuar, por lo general se le ocurren cosas muy buenas, proyectos y
demás, a pesar de no haber estudiado sino hasta cuarto de primaria, la lucidez
que tiene Simón sobre la situación de su gente es admirable.
Físicamente Simón no es muy alto,
el borde de sus botas alcanza a rozar sus rodillas, no tiene nada claro lo que es moda, su correa es cualquier cosa que
no le deje caer el pantalón y a pesar de sus años su rostro siempre parece
feliz con esos ojos saltones y color miel; con el trabajo de la tierra en sus
manos, su saludo es firme y sincero.
La recomendación es llevar poco
equipaje y en una maleta de cargar a la espalda, botas de caucho, camisa manga
larga, bloqueador y una gorra o sombrero para el sol.
Así se viaja hasta la vereda La
Palomera, luego de un poco más de una hora de camino a pie, llegamos con un
atardecer que no se ve en la ciudad, a la finca de Simón donde nos esperaba
doña Cecilia, su señora, con tinto y arepa de maíz maíz tan deliciosa que hizo
que la caminata valiera la pena. La comida se sirvió temprano, nos bañamos a
cocadas de agua detrás de un plástico junto a las canecas donde recogen el agua
y a la luz de la vela con un “pocillado” de tinto nos sentamos a escuchar a
Simón.
Simón vivió la guerra siempre,
estuvo en medio de los unos y los otros, anduvo para arriba y para abajo
huyendo de la muerte que siempre lo buscaba y se daba mañas para encontrarlo,
tuvo que ver muchas cosas horribles, tristes y que no caben en la cabeza de cualquiera.
Su vida no ha sido fácil como la de muchos campesinos en Colombia. A pesar de
eso es un colombiano orgulloso de su tierra, aprendió a vivir sin el Estado,
conserva un corazón noble y que como él dice: “tiene ojo para distinguir quién
es quién, conoce a la gente buena”.
Al día siguiente muy temprano
fuimos a visitar a doña Consuelo, la vecina de Simón, ella vive “cerquitica”, a
15 o 20 minutos de camino a buen paso; ella tan atenta como una madre cuando
recibe a sus hijos al llegar a casa, con cariño y amabilidad nos brindó asiento
y bebida. En el campo no hay tiempos ni distancias cuando de hacer visita a los
vecinos se trata.
Doña Consuelo continuó sus
atenciones, tinto, arepa y más arepa, ordeñó una de sus vacas y nos devolvimos
con la leche que nos dio, no sin antes tomar más tinto y otra “arepita”. Ya en
la finca de Simón, nos preparamos para ir a conocer la escuela de La Palomera y
su parque. Mis hijas querían ir a jugar, pero sinceramente creí que el parque
del que hablaba Simón era algún columpio improvisado con cuerda y tabla colgado
de un árbol.
Sí era un parque como el que se
puede ver en cualquier ciudad, hecho en madera, con sube y baja, resbaladero,
pasamanos y todo lo demás, pero deteriorado por estar al sol y al agua, a pesar
de eso los niños de la vereda se echan su caminada con sol o lluvia para jugar
allí.
Pobres nosotros que tenemos que
pagar impuestos, servicios públicos, comprar la comida, pagar por transporte,
cumplir horarios y más. En el campo, se come muy bien, no hay ensalada de
frutas, pero si, mango, guayaba, borojó y hasta más, no hay pechuga a la
plancha y costillitas BBQ, pero si sancocho de gallina, costillas de cerdo
hasta decir ya no más; leche, huevos, pescado, queso y sobre todo agua, ese
preciado líquido de vida, el agua. ¿Quiénes son los pobres cuando se analiza la
situación en la ciudad?
Pero volvamos a la charla en la
escuela porque comenzaron a llegar más vecinos de la vereda; me alcanzó a dar
vergüenza de tantas atenciones y solicitudes que nos hicieron por ser parte de
un medio de comunicación, para ellos un periodista es un vocero, una persona
con influencias y poder, aunque alejado esto de mi realidad, decidimos aceptar
la misión de ser la voz de la comunidad para llevar un mensaje al gobierno
Departamental y Municipal.
Siempre llevo mi cámara a todas
partes, en esta ocasión me dio mucha alegría tenerla. Hicimos un video, tomamos
fotografías de la escuela y el estado en el que se encuentra, la misma
comunidad se encargó del mensaje, nosotros sólo fuimos la herramienta. La
escuela estaba infestada de murciélagos o chimbilás como se les dice allá, esos
han sido los únicos alumnos de la escuela durante más de dos años, según ellos,
en repetidas ocasiones los niños han visto salir culebras de allí y han tenido
que matarlas para evitar tragedias.
Después de algunos días de
descanso en la finca de Simón y de conocer a más miembros de la vereda,
regresamos a Villavicencio con la misión encomendada.
Luego de publicar por redes
sociales, por Youtube y por otros medios, el mensaje de la comunidad, las cosas
simplemente se fueron dando; dentro de lo grabado en la vereda, estaba el video
del único niño que tenía bici, pero no cualquier bici, porque textualmente
Carlitos andaba en rines.
Gracias a Carlitos y a su bici,
algunos compañeros del medio nos brindaron un espacio para hablar sobre las
peticiones de la comunidad y sobre todo de la bici de Carlitos. Gracias a él,
los niños de la vereda La Palomera, recibieron en nuestro siguiente viaje bicis
donadas por los oyentes de Ondas del Meta 110 A.M. y la Superestación 98.3 F.M.
No esperábamos volver tan pronto
a la vereda y mucho menos con bicis para los niños.
El viaje para llevar las bicis
inició el sábado 30 de abril a las 2:30 de la mañana, con un frío tremendo y
con la neblina cubriendo gran parte de la comuna uno de Villavicencio, la
visibilidad era poca. A pesar de todo, partimos hacia Vistahermosa a las 7:00
de la mañana.
Solo Simón sabía de nuestro viaje, pero no de las bicis. Cuando llegamos al Botalón llamamos a Simón para que saliera a nuestro encuentro, le contamos de las bicis pero no creía nada de lo que le decíamos, solo se reía preguntando una y otra vez: “Hum, ¿Es en serio o me están mamando gallo?”; su incredulidad nos conmovió más de lo que ya estábamos. De todas formas llegamos al encuentro de Simón, quien nos esperaba junto con algunos vaqueros que nos guiaron por potreros hasta llegar a la finca de don Huber.
Solo Simón sabía de nuestro viaje, pero no de las bicis. Cuando llegamos al Botalón llamamos a Simón para que saliera a nuestro encuentro, le contamos de las bicis pero no creía nada de lo que le decíamos, solo se reía preguntando una y otra vez: “Hum, ¿Es en serio o me están mamando gallo?”; su incredulidad nos conmovió más de lo que ya estábamos. De todas formas llegamos al encuentro de Simón, quien nos esperaba junto con algunos vaqueros que nos guiaron por potreros hasta llegar a la finca de don Huber.
Al llegar allí, nos esperaban
muchas personas, atentas para ayudar a cargar al hombro o a caballo las bicis
desarmadas que tenían repleto el platón de la camioneta.
Cuando los niños llegaron a pesar
de saber que las bicis eran para ellos, no tocaron nada hasta que comenzó la
entrega luego de algunas palabras y de contarle a la comunidad la historia de
esas bicis. El primero en escoger su bici fue Carlitos, que a pesar de ser un
niño no tenía otra expresión en su rostro que la de susto mezclada con algo de
confusión.
Tengo dos hijas a las que adoro y
a quienes he procurado darles lo necesario y un poco más, pero las vi ese día
felices por haber llegado hasta allá y ver a los niños de La Palomera recibiendo
su bici para ir a estudiar. Entendieron creo yo, el esfuerzo que tienen que
hacer para trasladarse tan lejos a otros lugares, para ir a estudiar y el
privilegio que ellas tienen de estudiar cerca de su casa y con todas las
facilidades para llegar.
Tengo en mi mente la imagen de
los niños y sus padres agradeciendo por la actividad pero sobre todo por haber
vuelto, nos confesaron que no esperaban nuestro regreso ni mucho menos
semejante regalo: bicis de los oyentes de las emisoras, refrigerios que nos dio
Colanta, kits escolares, algunas camisetas y gorras que aportó la Unidad de
Licores para la actividad.
No les llevamos una respuesta de
la Gobernación, pero no les importó, finalmente ellos son más realistas que
cualquiera, han vivido en el descuido del gobierno toda su vida y esperan sin
esperar, que no los olviden con tanto cuento de paz y de inversión social.
Solo piden vías de acceso,
programas productivos, capacitaciones y sobre todo una escuela para sus niños,
el servicio de energía eléctrica no les ha hecho falta pero sí quieren tenerlo;
el problema es que no les dejaron punto de conexión dentro de la vereda como en
las cercanas.
No se puede describir sin
quedarse corto en palabras, la belleza del lugar, los paisajes, los olores, los
colores, su gente y la alegría de vivir una experiencia como esta en un lugar
que hace muchos años era calificado como “zona roja”.
Al día siguiente, luego del rico
desayuno de doña Cecilia en la finca de Simón, partimos hacia la finca de don
Huber a recoger la camioneta para retornar a nuestra Villavo la bella. Pero la
salida se demoró por las atenciones de don Huber, un suculento almuerzo y un
cruce de palabras de agradecimiento de parte y parte.
Luego de la foto de despedida
para el recuerdo y más agradecimientos cogimos rumbo a casa, a descansar
después de un fin de semana tan activo y satisfactorio.
Simón nos cuenta en una llamada
al día siguiente, que la comunidad nunca se había reunido así, que están muy
motivados a salir adelante y que tienen programado ya un bazar para el 28 de
mayo, que somos invitados de lujo y que cuentan con nosotros para la animación
del evento. Los niños tienen una “Carrera por la Paz”, estarán entrenando hasta
ese día para ganar la carrera y sacarle el jugo a su bici.
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